Donde habite el olvido
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido
Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido
(Transcripción propia a partir del audio; a falta de fuente escrita, la puntualización y ortografía son estimadas)
Detalles discográficos
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Comentarios
Pese a que la musicalización que realiza Enrique Morente del poema de Luis Cernuda es idéntica, conviene señalar que el cantaor usa el verso que da título al poema, «Donde habite el olvido», de manera repetida a modo de estribillo, al principio, al final y en momentos intermedios de la canción. Aunque es una musicalización del poema de Cernuda, este, a su vez, parte de Gustavo Adolfo Bécquer, cuando este, ante la pregunta de «¿A dónde voy?», responde: «donde habite el olvido, / allí estará mi tumba».