Asusta que la flor se pase pronto.
Asusta querer mucho y que te quieran.
Asusta ver a un niño cara de hombre,
asusta que la noche…
que se tiemble por nada,
que se ría por nada, asusta mucho.
Los ruidos que en la noche nadie hace
−la silla vacía siempre cruje−,
asusta la maldad y la alegría,
el dolor, la serpiente, el mar, el libro,
asusta ser feliz, asusta el fuego,
sobrecoge la paz, se teme algo,
asusta todo trigo, todo pobre,
–todo pobre, todo–.
Asusta que la paz por los jardines
asome sus orejas de colores,
asusta porque es mayo y es buen tiempo,
asusta por si pasa sobre todo,
asusta lo completo, lo posible.
La demasiada luz, la cobardía,
la gente que se casa, la tormenta,
los aires que se forman y la lluvia
–los aires, la lluvia–
los ruidos que en la noche nadie hace,
la silla vacía siempre cruje,
–los ruidos, la noche–
lo mejor: no sentarse en una silla.
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Se mantiene prácticamente igual el poema, cambiando la situación de algunos párrafos y duplicando -como refuerzo rítmico- algunos versos que se intercalan rapeados.