El pasado viernes 26 de mayo de 2023 volvió el flamenco al centro penitenciario de Sevilla I, tras la visita de Kiko Veneno y Diego el Ratón el pasado enero y de Pájaro el pasado Viernes de Farolillos. Esta iniciativa fue organizada por el Proyecto PoeMAS, gestionada dentro del Aula de Cultura por Solidarios para el Desarrollo y financiada por UNED 50º. Clara Marías, investigadora del Proyecto PoeMAS, ha realizado una crónica de la jornada, que se transcribe a continuación y también fue publicada en la página de Solidarios para el Desarrollo (aquí). Para ver el cartel, pinche aquí.
Entre cante y cante, “yo quisiera estar loco y no sentir”
Clara Marías
Universidad de Sevilla / Proyecto PoeMAS
En un salón de actos de Preventivos casi lleno, el cantaor jerezano José Méndez y el guitarrista sevillano Miguel Iglesias llevaron el cante y toque a los internos. Ambos destacan por pertenecer a importantes familias del flamenco (Méndez es nieto de “El Pili” y sobrino de “La Paquera de Jerez”, célebres por su torrente de voz) e Iglesias sobrino nieto de Melchor de Marchena, uno de los guitarristas esenciales. También comparten una larguísima trayectoria artística internacional: el cantaor debutó con 10 años, con 14 se asentó en Madrid como parte del cuadro flamenco de Los Canasteros (con Lola Flores, Pansequito, Aurora Varga…) y, además de formar parte de varias compañías (Cristina Hoyos, Eva Yerbabuena, Mario Maya, Farruco, Carmen Cortés, Manuela Carrasco…) con cantes para bailar, de haber recorrido festivales como La Bienal de Sevilla, La Fiesta de la Bulería, el Festival de Nimes o el Festival de Tokyo, es habitual del tablao Los Gallos, y tiene varios discos grabados (Entre dos barrios y El cante de José Méndez). El guitarrista, que también se inició muy pequeño en el flamenco, ha acompañado a bailaores como Manuela Carrasco, Antonio Canales o la compañía de Cristina Hoyos, además de tocar con Raimundo Amador.
La velada flamenca, después de algunos problemillas técnicos y con su torrente de voz intacto pese al resfriado de José Méndez (“yo, como Rocío Jurado, cuando me subo al escenario se me olvida todo”) comenzó con unas alegrías de Cádiz, con las que el cantaor auguró futuros reencuentros en libertad (“nos veremos en Cádiz”) mientras invitaba a evadirse a través de la música y de letras tan animosas como:
ay me llama
ay y el sol cuando sale
y entra por mi ventana
y se acuesta en mi cama
Un cielo de colores y una fuente clara
y miles de pajarillos ay que bajan a beber de mis manos agua
ay mira qué feliz me encuentro
ya tengo alegre el alma
Siguieron con unos tangos, animados por el palmeo del público, con letras más trágicas de falta de libertad o de desamor, como:
a todos los ojitos negros
los van prender mañana
y tú que negros los tienes
échate un velo a la cara
Del color de cera virgen
yo tenía prima mis propias carnes
me ha puesto esa gitana
que no me conoce nadie
Después vinieron cantes puros como las soleás, porque, como dijo el cantaor, “aunque lo otro llegue mejor al oído, esto es como el jamón de pata negra, que siempre es mejor que la mortadela”. Con las soleás, letras de desgarro por la ausencia, por ejemplo:
Desde que murio mi madre
la ropita de mi cuerpo
no tengo quien me la lave
Volvió la alegría con las bulerías festeras, con el cantaor animando a todos los asistentes a marcar las palmas al ritmo de coplas tan líricas como las que inmortalizó Manolo Caracol:
Deja una batita de cola
deja una batita de cola
cuando va de cara al viento
mi barca sobre las olas
El ambiente era tan animado, que uno de los asistentes subió al escenario para bailar durante este cante, y estalló el público en jolgorio hasta tal punto que José Méndez tuvo que suplicar que le “escucharan un poquito” por fandangos. Así, entre aplausos, palmas y gritos de otro aficionado que celebraba “¡como El Chocolate!”, escuchamos letras de llanto como la que popularizó este cantaor:
No quitarme la botella
que yo me quiero emborrachá
dejarme aquí la botella
voy a beber de verdad
y a ver si no pienso en ella
y yo la consigo olvidar
O la célebre por Camarón de la Isla sobre la impotencia de los bebés:
Dicen los niños chiquititos cuando lloran
porque dicen la palabrita «mamaíta»
en cambio los de la cuna
cuando rompen a llorar
no dicen palabrita ninguna
O la identificada con el también jerezano Juan Moneo “El Torta” sobre la soledad:
De madrugá yo sentí que me seguía
un perro en la madrugá
me ofreció su compañía
sin pedirme a cambio ná’,
lloraba y yo lo entendía
La emoción estalló en aplausos, y los internos jalearon para que subiera a cantar José, un compañero que les deleite en muchas ocasiones con sus fandangos. Y así fue, como en un tablao flamenco, se unió al cantaor y al guitarrista e interpretó a pelo, con gran emoción, dos cantes muy desgarrados, dos fandangos naturales, uno de despecho “no tienes perdón de Dios”, y otro con el que se identificaron la mayoría de los privados de libertad y alejados de sus familias:
Siempre, siempre y siempre
preguntan por ti los niños
cuando se acuestan…
siempre preguntan por ti…
que no sabes el «trabajito»
que a mí me cuesta,
tenerles que mentir
y decirles que su madre está muerta
La identificación y la emoción del público fue mayor porque el interno cambió el último verso por el autobiográfico “decirles que su padre está cumpliendo condena”. Cerró con el célebre fandango de Rafael Farina “Por Dios que me vuelvo loco”.
A continuación, subió un nuevo invitado desde el patio de butacas al escenario, conocido como “El Patillas”, que quiso “alegrar la tarde con unas sevillanas, que ya bastante mal lo pasamos aquí”. Cantó varias sevillanas de homenaje a Triana y al Rocío, entre palmas de sus compañeros de las que una destacó por su hermosa letra:
Te peleas con el aire
porque me acaricia el pelo.
Porque me acaricia el pelo,
te pelas con el aire.
Porque me acaricia el pelo
y con el sol a media tarde
quieres robar mi pañuelo.
Robar mi pañuelo
y el viento como lo sabe,
y él sabe que te camelo.
Se pasea por mi calle
solo para darte celos
Después de estos dos internos aficionados al cante, retomó el recital el cantaor con unas malagueñas, interpretadas magistralmente por el guitarrista entre aplausos del público y palmas acompasadas. Se trataba de la llamada “Malagueña del Mellizo”, que cantó en su día Antonio Mairena con el antepasado del guitarrista, Melchor de Marchena, con una letra que emocionó a los asistentes por su fácil identificación con la emoción que transmite:
Loco y no sentir
Yo quisiera
de momento
Ay, estar loco y no sentir.
Porque el sentir,
porque el sentir causa penas
Ay, tantas que no tienen fin
y el loco vive sin ellas.
Así, mientras el público pedía una rumbita, José Méndez decidió cerrar con un cante de Ronda, y terminó entre ovaciones y apretones de manos. Una velada más, la música compartida entre artistas e internos sirvió como evasión y, sobre todo, creó a través de las palabras y palmas un vínculo y una emoción compartidos. Porque, aunque “el sentir causa penas” y muchos internos preferirían “no sentir”, hay emociones que merece la pena experimentar.