[Noticia actualizada el 28/04/2023]
Bajo la coordinación de Clara Marías (profesora de literatura española de la Universidad de Sevilla) y con financiación de UNED50, el Proyecto PoeMAS, siguiendo con su propósito de llevar la música a más gente, invitó a Andrés Herrera, conocido como Pájaro (Sevilla, 1963), a compartir su música el pasado 21 de abril en el Centro Penitenciario Sevilla I. Acompañado por la guitarra de Raúl Fernández y con su disco más reciente bajo el brazo (Gran poder, 2018), el rock de Pájaro sintonizó con la vida de ese espacio, suscitando el interés por las artes. En una línea parecida a la del Programa de Estudios Universitarios en Centros Penitenciarios de la UNED, PoeMAS quiso, así, ampliar su labor de acceso de la poesía a través de la música, prestando atención a un sector de la población al que es preciso ofrecer oportunidades de reinserción a través de la cultura y la educación. Además, colaboró la ONG Solidarios para el Desarrollo, que ha organizado otras actividades similares, con Kiko Veneno (febrero de 2023, aquí) y Jesús Carrasco (abril de 2022, aquí). Esta actividad tuvo lugar en el Salón de Actos de Preventivos del Centro Sevilla I (puede descargarse el póster aquí). Os dejamos algunas recomendaciones: «Amarguras» e «Ione» en S.J. de la Palma; «Las criaturas II» (versión de la musicalización que hicieron Silvio y Sacramento de los versos de San Juan de la Cruz) y su estupenda versión de «A galopar» (a partir de la canción de Paco Ibáñez, basada en el poema de Alberti). A continuación, puede leerse la crónica que la propia Clara Marías ha escrito, para que tengamos un retrato de la jornada:
Crónica del concierto: “Pájaro voló en Sevilla I”
Clara Marías
Universidad de Sevilla / Proyecto PoeMAS
En el segundo gran evento musical de 2023 en Sevilla I, tras la visita de Kiko Veneno y Diego el Ratón el pasado enero (puede escucharse lo que tocaron aquí), el pasado Viernes de Farolillos, Pájaro, en formato de Andrés Herrera con su guitarra y voz, y Raúl Fernández a la guitarra, llegaron al centro penitenciario de Sevilla I para intentar que la música sirviera como evasión para los internos de los módulos 2 y 3. Esta iniciativa fue organizada por el Proyecto PoeMAS, gestionada dentro del Aula de Cultura por Solidarios para el Desarrollo y financiada por UNED 50º, y coincidió justamente con el sexto aniversario de la anterior visita de Pájaro.
Siempre bajo el espíritu de Johnny Cash en la Folsom Prison, ambos músicos lograron que el rock and roll, el swing, el blues o el spaghetti western despertara los ánimos. Salieron al escenario con la intención de “dar un poco de alegría” y “lograr que salieran un poco de su realidad”, y recalcaba Andrés Herrera que estaba allí para compartir la tarde con los internos, ya que conoce la dura realidad de la calle, desde su mismo barrio, Parque Alcosa, que lleva a muchos a acabar en prisión.
Enlazaron a toda velocidad, con un ritmo animadísimo, canciones propias del proyecto en solitario iniciado en 2012 (tras décadas en Dulce Venganza, Pata Negra, Kiko Veneno, Silvio….) y ya con tres álbumes (Santa Leone, He matado al ángel y Gran Poder) y versiones de canciones encumbradas de otros grupos sevillanos (puede escucharse el setlist aquí).
Comenzaron con la maravillosa versión de «Las criaturas», musicalización que hizo Silvio de versos del poeta renacentista san Juan de la Cruz, y siguieron con otra de «El pudridero», compuesta por Miguel Ángel Iglesias, y que Andrés dedicó a «todos aquellos privados de libertad» («porque aquí no hay delincuentes, sino gente sin oportunidades»), y especialmente a un vecino «de la misma carne y sangre de barrio», con el que se reencontró antes de comenzar la actuación. En esta canción se narra la vida de un interno («pasé noches enteras / en galerías de una cárcel / rodeada de nieve…», «el viento helado era la vida / que se colaba en silencio», «hogares anhelados»), por lo que tanto la letra como la dedicatoria conectaron claramente con los internos, levantando aplausos y logrando que les acompañaran a las palmas.
A continuación, y aunque prometió que «no todo van a ser canciones protestantes del rollito taleguero, también tocaremos algunas más graciosas», enlazaron con «Lágrimas de plata» sobre «la hija de puta de droga que nos pone a todos en el talego», que también resonó en el público con versos como «he visto llorar a un hombre de espanto / después de caer de cara en el fango». Con el rock de aires western de «Danza del fuego» encadenada con el clásico de la música surf «Misirlou» de Dick Dale (célebre por abrir Pulp Fiction de Tarantino), el salón de actos cada vez estaba más animado, entre el duelo de guitarras y comentarios y bromas chispeantes del sevillano, se creó un ambiente de complicidad y sonrisas. Siguieron con versiones de Silvio, como la bailonga «Tri Tristeza»; el swing mariano de «La Pura Concepción» («tú eres la reina de cualquier galaxia… pues solo con tu gracia la vida se puede soportar»), que Andrés dedicó a las «mujeres que nos han traído», y «Rezaré», contrafactum del clásico de los fifties «Stand by me» de Ben E. King («yo te amo, te amo tanto, Esperanza del amor, Macarena de Triana eres tú»). De Sevilla viajamos a México (y de lo espiritual a lo marginal) con una versión del célebre corrido «Juan Charrasqueado», que narra la historia de un ranchero «borracho, parrandero y jugador», al que una bala atraviesa el corazón, dejando un huérfano.
Si tanto las historias de personajes marginales o en la cárcel, como las canciones más líricas de inspiración religiosa habían logrado conectar con los internos, el final del concierto, con una combativa versión de «A galopar», musicalización que Paco Ibáñez hizo del poema «Canción del jinete» de Alberti y que sirvió como himno antifranquista y antifascista, les levantó como buen «himno a la libertad». Andrés y Raúl estaban tan entregados al público que no interrumpieron la marcha de combate ni con la rotura de una cuerda de la guitarra, entre palmas y jaleo y silbidos de emoción.
Con esta misma emoción recorrió Pájaro los pasillos en dirección a la salida, «salgo con un pellizquito», tras haber estrechado la mano de buena parte del público, y haber recibido como regalo un maravilloso retrato que uno de los asistentes había bosquejado durante el concierto, con la impactante dedicatoria: «para una gran persona que, a pesar del sistema, ayuda a que otras personas lleven su vida con alegría, a pesar de todas las adversidades e injusticias que nos rodean. Gracias por mejorar el mundo».
Este es el poder de las canciones. Y es que, como reflexionaba Pájaro antes de comenzar, «lo bueno de la libertad es que puedes cerrar los ojos mientras escuchas la música, e imaginar que estás donde deseas».