Milonga del juglar

José María Micó

Hoy he sido requerido

para contarles mi vida

(la que no esté ya perdida

por los pliegues del olvido),

y aunque un sabio conocido

escribió que recordar

es lo mismo que apagar

nuestra sed en un sequero,

para templarme prefiero

beber un poco, y cantar.

 

Como la tierra sujeta

la flor que ha de ser cortada,

como la tela no usada

está en el telar inquieta,

como el aire y la veleta

fingen un baile incesante,

vaya también por delante

mi deseo de estar vivo,

aun con disfraz de cautivo

o de exhausto navegante.

 

Mientras aviento la escoria

en la fragua del pasado

y con pincel desmochado

voy pintando en la memoria,

me veo en la misma noria

que cualquier hombre o mujer,

pues a todos, al nacer,

nos dan un alma postiza,

a la muerte por nodriza

y un plazo para volver.

 

De las primeras jornadas

poco se viene a las mientes:

eran de leche los dientes,

de títere las pisadas,

de regaliz las espadas

y el futuro de mentira.

Pero aquel niño aún respira

bajo un nudo de corbata,

y es capaz de una bravata

si hay un necio que conspira.

 

La mocedad la pasé,

obviamente, moceando

a deshoras y estudiando

para ser ―y ya no sé

si algún día lo seré―

profesor de culturilla;

y cuando alguna cuartilla

se encallaba en el taller,

me bastaba con oler

de Góngora una morcilla.

 

Fueron pasando los años,

los parientes, los vagidos,

los libros más escondidos,

los amigos más extraños,

los daños, los desengaños,

las añadas… Y un buen día

a mi loca fantasía

se le antojó dar a luz,

aunque no soy andaluz,

un libro de poesía.

 

Y así, sin venir a cuento,

un popular guionista

(¡fue portada de revista!),

admirador de mi acento,

me levantó un monumento

entre condón y condón.

No sé si el buen Cicerón

pensó en tamañas licencias:

estas son las consecuencias

de la mala educación.

 

Hoy, prescritas tres edades,

tengo pocas aficiones.

Darme algunos madrugones,

callar algunas verdades

y atiborrar soledades

son todos mis menesteres.

Ya no ansío más placeres

que saciar el apetito

y dormir como un bendito

entre todas las mujeres.

 

No es que pretenda burlarme:

el mundo es una materia

tan tremendamente seria,

que río para engañarme.

Y por si quieren llamarme,

poeta de la insolvencia,

sin resabio ni experiencia

de la gramática parda,

lego la Letra bastarda

a toda la concurrencia.

 

Y aquí va la despedida,

que no es pequeña jarana

disfrutar de otra mañana,

aunque sea merecida:

Cuando se achique mi vida,

cuando no haya sino ayer,

cuando deje de beber

y esté mi cuerpo en la caja,

que aproveche esta migaja

al que la quiera leer.

Autor

Movimiento: Poesía de la experiencia

Poemario

Año de publicación original: 2002
Lugar de publicación original: Barcelona
Publicación/Edición original: DVD
Edición utilizada: 2020 - Primeras voluntades (Acantilado)

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