La concesión en 2016 del Premio Nobel de Literatura al cantante (y poeta) Bob Dylan suscitó una gran polémica, tanto a pie de calle, como en círculos académicos. Entre las opiniones a favor, puede destacarse el artículo que publicó Joaquín Sabina en El País, granjeándose una vez más la etiqueta de ser el Dylan español, por mucho que él lo niegue todo. En cambio, para Alberto Olmos en El Confidencial, lleno de pesadumbre y catastrofismo, la decisión de la Academia Sueca suponía una nefasta rendición ante la sociedad posmoderna del consumo banal, así como el comienzo del fin de la literatura “tal y como la conocemos”.

En mitad de este debate, hay que recordar, como hizo Pere Gimferrer en unas declaraciones para El Periódico, que desde la Antigüedad grecolatina ha existido una sólida relación entre música y poesía, y, por ejemplo, en tiempos no muy lejanos han sido furibundamente aplaudidos los representantes de la canción francesa, como Georges Brassens.

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