Leningrado
Me doctoré en tus labios de ocasión,
en una sórdida pensión
de Leningrado,
sin pasaporte y fuera de la ley
pero borracho, como un rey
desheredado.
Cincuenta rublos era un potosí,
y tu desnudo un maniquí
de grana y oro.
Nos dieron llaves de la suite nupcial,
que era un cuartucho de hospital
sin inodoro.
Nos quedaba para un vodka con limón
y un tostón del menchevique
de la esquina.
Cuando agonizó el palique, ¡qué ansiedad!,
te empecé a desabrochar
la gabardina.
No era fácil en la Unión
Soviética ir por
condones a recepción.
A años luz de la rutina
anidó una golondrina
en mi balcón.
No sé qué nos pasó ni cómo fue
que nos cruzáramos aquella
noche loca.
Balbuceamos cursiladas todo a cien
y rodamos descosiéndonos
la boca.
Nos matábamos de ganas de vivir
sobreactuando el vodevil
de la bohemia.
No dormir era más dulce que soñar
y envejecer con dignidad
una blasfemia.
Tú con boina, yo con barba, viva el Che,
recién conversos a la fe
del hombre nuevo,
no había caído el muro de Berlín
ni reventado el polvorín
de Sarajevo.
Porque la revolución
tenía un Talón
de Aquiles al portador
y flotando entre las ruinas
enviudó una golondrina
en mi balcón.
Ayer salías, morena, de un café
ya casi medio siglo que
no te veía.
“Eras rubia, si no recuerdo mal”,
dije; y, mintiendo: “estás más
guapa todavía”.
Me aceptaste una cerveza sin alcohol,
se nos había muerto el sol
en los tejados.
Funerales y con nada que decir
vi en tus pupilas un añil
mal dibujado.
No sé por qué sigo escribiendo esta canción
pero me sangra el corazón
cuando lo hurgo.
Supe que te casaste con un juez
y Leningrado es otra vez
San Petersburgo.
Ni siquiera comentamos
si quedamos,
pásame tu dirección
y de vuelta a la oficina
se estrelló una golondrina
en mi balcón.
Porque la revolución
tenía un Talón
de Aquiles al portador
y, flotando entre las ruinas,
enviudó una golondrina
en mi balcón.
(Transcripción propia a partir del audio de la canción; a falta de fuente escrita, la puntuación y ortografía son estimadas).
Detalles discográficos
Poema relacionado
Comentarios
La canción alude y, en cierto modo, invierte en el estribillo («enviudó una golondrina / en mi balcón») el sentido del verso de Bécquer: «Volverán las oscuras golondrinas».