¡Qué necesidad!
Sólo dos cosas son infinitas, el Universo y la estupidez humana.
Y del Universo, no estoy seguro.
Albert Einstein
Hay veces que aún me pregunto,
y sé que no tengo perdón,
por ese diabólico asunto
que dicen que es tu Creación.
Y no es por sondear su diseño,
que al fin sólo es una ecuación
o acaso la prole de un sueño
parido por una Explosión.
Tampoco por ser Uno y Trino,
que es casi una regla de tres,
por mucho que sea mi sino
buscarle a tu gato, tres pies.
Lo que es para mí un gran desgaste,
al filo ya de mi vejez,
es no saber por qué creaste
el monstruo de la estupidez.
Todo lo entiendo, Dios mío,
todo lo entiendo menos el desastre
de crear el lastre
de la necedad…
¡Qué necesidad
tanta necedad!
¡Qué necesidad!
Discúlpame el atrevimiento,
ya sé que no tienes edad…
pero es que no puedo, lo siento
me mata la curiosidad.
Ya no me sorprende, Dios mío,
que abrace tu Fe el vil metal
haciendo que el Libre Albedrío
se erija en estatua de sal,
ni que el paraíso del necio
se logre trepando al Poder
en donde el valor tiene el precio
que marca la Ley del «croupier».
El pánico que me desquicia
de tu Universal Sinrazón
es que el virus de la estulticia
se enganche a la procreación.
Todo lo entiendo, Dios mío,
todo lo entiendo menos el desastre
de crear el lastre
de la necedad…
¡Qué necesidad
tanta necedad!
¡Qué necesidad!
Sé que harto del aburrimiento
de tanto feliz querubín,
te diste al entretenimiento
de armarnos la de San Quintín.
Comprende que ya no me asombre
que muestres tu rostro más cruel
cediendo el aval de tu Nombre
al látigo contra el infiel.
Te ruego, desátame del nudo,
que ya no soporto este estrés,
explícame Tú, tan sesudo,
de qué va este androide al revés,
que cree que una vez fue un primate
que en su evolución racional
segó de raíz el debate
del Árbol del Bien contra el Mal.
Todo lo entiendo, Dios mío,
todo lo entiendo menos el desastre
de crear el lastre
de la necedad…
¡Qué necesidad
tanta necedad!
¡Qué necesidad!
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Canción de autorDetalles discográficos
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Comentarios
Poema y canción están introducidos por la misma cita de Albert Einstein y tratan sobre la estupidez. Ambos utilizan lenguaje religioso y en ambos el autor se queja de no entender por qué Dios creó la estupidez. Los últimos versos del poema reformulan el estribillo de la canción: «Sólo una cosa/ no me cabe en la cabeza:/ tantísima sobredosis/ de sub-lime/ estulticia.» También tiene relación con el poema «Stupid Cupid» del mismo autor, que abunda sobre el mismo tema y acaba con los versos «Sólo una cosa no entiendo:/ ¿era necesaria la necesidad/ de tanta necedad?»