Del ay al ay por el ay – Miguel Hernández

Del ay al ay por el ay – Miguel Hernández

Título
Del ay al ay - por el ay
Autor
Miguel Hernández. VIAF
Nacionalidad
España
Nacimiento
Fallecimiento
Poemario
[Poemas no recogidos en libro - Poemas varios 1933-1934]
Género poético
Romances
Publicación/Edición original
--
Edición utilizada
Obra poética completa - 2017 - Alianza Editorial
Año de publicación original
0
Lugar de publicación original
--
Movimiento
Generación del 27
Temas
Dolor, Felicidad, y Inflicidad
Texto (poema)

Hijo soy del ay, mi hijo,

hijo de su padre amargo.

En un ay fui concebido

y en un ay fui engendrado.

Dolor de macho y de hembra

frente al uno el otro: ambos.

En un ay puse a mi madre

el vientre disparatado:

iba la pobre —¡ay, qué peso!—

con mi bulto suspirando.

—¡Ay, que voy a malparir!

¡Ay, que voy a malograrlo!

¡Ay, que me apetece esto!

¡Ay, que aquello será malo!

¡Ay, que me duele la madre!

¡Ay, que no puedo llevarlo!

¡Ay, que se me rompe él dentro,

ay, que él afuera! ¡Ay, que paro!

En un ay nací: en un ay

y en un ay, ¡ay!, fui criado.

—¡Ay, que me arranca los pechos

a pellizcos y a bocados!

¡Ay, que me deja sin sangre!

¡Ay, que me quiebra los brazos!

¡Ay, que mi amor y mi vida

se quedan sin leche, exhaustos!

¡Ay, que enferma! ¡Ay, que suspira!

¡Ay, que me sale contrario!

Del ay al ay, por ay,

a un ay eterno he llegado.

Vivo en un ay, y en un ay

moriré cuando haga caso

de la tierra que me lleva

del ay al ay trasladado.

¡Ay!, dirá, solo, mi huerto;

¡ay!, llorarán mis hermanos;

¡ay!, gritarán mis amigos,

y ¡ay!, también, cortado, el árbol

que ha de remitir mi caja,

ya tal vez sobre lo alto,

ya tal vez bajo los filos

del hacha fiera en la mano.

El mundo me duele: ¡ay!

Me duele el vicio, y me paso

las horas de la virtud

con un ay entre los labios.

¡Ay, qué angustia! ¡Ay, qué dolor

de cielos, mares y campos;

de flores, montes y nieves;

de ríos, voces y pájaros!

Por palicos y cañicas,

¡ay!, me veo sustentado.

El lino no me hace señas,

¡ay!, con pañuelito cano.

Las pitas no me defienden,

con sus espadones áridos,

del demonio. Las palmeras

no me quieren hacer alto

por más que viva a la sombra

de estrella de sus palacios.

No me pone la naranja

el ojo redondo y claro,

ni con sus luces porosas

el limón el gusto amargo.

Y ¡adiós!, el aire me dice

cuando pasa por mi lado.

La inmovilidad del monte

no lleva mi sangre al paro,

ni hacia los cielos me tiran

honda ruda y puro raso,

y tengo la carne siempre

pechiabierta a los pecados.

Sucias rachas tumban todas

las cometas que levanto,

y todos los ruy-señores

esquivos y solitarios

se burlan de ver mis sitios

malamente acompañados.

¡Ay!, todo me duele: todo:

¡ay!, lo divino y lo humano.

Silbo para consolar

mi dolor a lo canario,

y a lo ruy-señor, y el silbo,

¡ay! me sale vulnerado.

Comentarios
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