Elegía segunda (A Pablo de la Torriente, comisario político) – Miguel Hernández

Elegía segunda (A Pablo de la Torriente, comisario político) – Miguel Hernández

Título
Elegía segunda (A Pablo de la Torriente, comisario político)
Autor
Miguel Hernández. VIAF
Nacionalidad
España
Nacimiento
Fallecimiento
Poemario
Viento del pueblo
Género poético
Poesía lírica
Publicación/Edición original
Socorro Rojo
Edición utilizada
Obra poética completa - 2017 - Alianza Editorial
Año de publicación original
1937
Lugar de publicación original
Valencia
Movimiento
Generación del 27
Temas
Muerte y Elegía
Texto (poema)

“Me quedaré en España, compañero”,

me dijiste con gesto enamorado.

Y al fin sin tu edificio trotante de guerrero

en la hierba de España te has quedado.

 

Nadie llora a tu lado:

desde el soldado al duro comandante,

todos te ven, te cercan y te atienden

con ojos de granito amenazante,

con cejas incendiadas que todo el cielo encienden.

 

Valentín el volcán, que si llora algún día

será con unas lágrimas de hierro,

se viste emocionado de alegría

para robustecer el río de tu entierro.

 

Como el yunque que pierde su martillo,

Manuel Moral se calla

colérico y sencillo.

 

Y hay muchos capitanes y muchos comisarios

quitándote pedazos de metralla,

poniéndote trofeos funerarios.

 

Ya no hablarás de vivos y de muertos,

ya disfrutas la muerte del héroe, ya la vida

no te verá en las calles ni en los puertos

pasar como una ráfaga garrida.

 

Pablo de la Torriente,

has quedado en España

y en mi alma caído:

nunca se pondrá el sol sobre tu frente,

heredará tu altura la montaña

y tu valor el toro del bramido.

 

De una forma vestida de preclara

has perdido las plumas y los besos,

con el sol español puesto en la cara

y el de Cuba en los huesos.

 

Pasad ante el cubano generoso,

hombres de su Brigada,

con el fusil furioso,

las botas iracundas y la mano crispada.

 

Miradlo sonriendo a los terrones

y exigiendo venganza bajo sus dientes mudos

a nuestros más floridos batallones

y a sus varones como rayos rudos.

 

Ante Pablo los días se abstienen ya y no andan.

No temáis que se extinga su sangre sin objeto,

porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan

aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto.

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