Quizás sea atrevido tildar de sensacional la trayectoria de una forma métrica. Una estrofa, al fin y al cabo, no deja de ser nada más que un molde vacío, que, dependiendo de cómo se llene, resultará en obra de arte o simple ejercicio de aprendiz. Sin embargo, la trayectoria de la décima es apasionante porque reúne distintos aspectos muy seductores: grandes nombres de la literatura, una clara apropiación de la alta cultura por parte del pueblo, canción, ingenio y humor. Antes de entrar a las relaciones de la décima con la música, conviene contar su historia como estrofa.
La décima es una estrofa clásica que surge y se forma en el Siglo de Oro español. Su estructura consiste en diez versos octosílabos con rima consonante, organizados en dos cuartetas unidas por un puente: abba ac cddc. Normalmente, existe tras el cuarto verso una pausa respiratoria y los periodos sintácticos se organizan por grupos de dos versos.
En la historia ha habido décimas con otros esquemas, pero esta es la que ha triunfado durante siglos, con el apellido de espinela, en homenaje al escritor de quien se supone fue su creador: Vicente Espinel (1550-1624). Es una paternidad debatida. Se le atribuye a él, quien incluyó la estrofa por primera en sus Diversas rimas (1591). Sin embargo, los críticos señalan que existieron estrofas similares anteriormente, y se oyen otros nombres como Juan de Mal Lara como padre de la criatura.
Lo que sí está claro es quién le dio la fama que ahora tiene, y ese fue Lope de Vega. En el Arte nuevo de hacer comedias (1609), Lope recomienda el uso de las décimas para las quejas. A partir de Lope, la décima puebla los más variados dramas del Siglo de Oro. Es especialmente querida por Calderón de la Barca (1600-1681). Para el autor, las décimas eran la tercera estrofa de su preferencia, detrás de los romances y las redondillas (García Araez, 1991: 58). Quizás las décimas más famosas de la literatura son precisamente las del inolvidable monólogo de Segismundo en La vida es sueño (1635).
El intercambio cultural en el Siglo de Oro con América Latina era abundante y, muy pronto, la décima comienza a ser allí cultivada por relevantes literatos, como Sor Juana Inés de la Cruz. Lo más llamativo es que en poco tiempo la décima se convierte allí en una forma popular y oral. La décima entra decididamente en el repertorio del pueblo llano y se convierte en el molde más utilizado para la poesía oral y la improvisación poética.
Una de las cuestiones más interesantes atañe a cuándo comienza la décima no solo a formar parte del repertorio estrófico de la poesía popular, sino también a cantarse. La respuesta puede parecer obvia: desde el primer momento en que se populariza. Ambos procesos van de la mano. Es difícil decir por qué cala de esta manera la décima, por qué se populariza una estrofa culta, pero es fácil constatar que sucede así.
Para explicarlo, se suele señalar su especial sonoridad y trabazón. La disposición de la rima en una décima hace que haya varias rimas consecutivas, es decir, de un verso con el que le sucede, pero la estructura del pensamiento marca un ritmo distinto y las pausas marcan una sucesión también diversa.
Sea como fuere, parece claro que en América Latina la décima cuenta con mucha mayor aceptación popular porque se emplea, y en abundancia, para el canto (Pérez Vidal, 1965: 334). Se suele considerar que la musicalización de la estrofa se consolida en el siglo XVIII a ese lado del Atlántico: “es un hecho que debe vincularse a su traspaso al ámbito popular y es un fenómeno no anterior al siglo XVIII” (Trapero, 2015: 99).
Desde entonces, se usa de manera cantada, y también sin melodía (recitada), principalmente en el llamado repentismo o improvisación poética. Y es una estrofa de gran importancia para la tradición de países como Cuba, Puerto Rico, México, Santo Domingo, Panamá, Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Perú o Brasil (Casanella Cué, 1999: 67). En España se emplea también para la improvisación, especialmente en Canarias y, con algunas variaciones métricas, en las Alpujarras y Murcia (Trapero, 2015: 114), en lo que se cree que es un viaje de vuelta de la estrofa desde América.
Esta característica, su doble naturaleza culta y popular, representa la gran peculiaridad de la décima. Y ¿qué hay más popular en la actualidad que la canción pop promocionada por la industria cultural? En nuestros días, muchos autores de poesía y canción han encontrado en ella un ejercicio particularmente lúdico y prolífico. Podemos apreciar que hacen un uso de la décima con carácter narrativo, que la dota de especial versatilidad en poesía, canción y teatro. Cabe señalar que algunas de las canciones más célebres del cancionero latinoamericano del último siglo se hallan escritas en décimas, como “Volver a los diecisiete”, de Violeta Parra (en su disco Las últimas composiciones, 1966).
En los últimos años, la décima está experimentando una importante revitalización dentro de la música popular en lengua española a ambos lados del Atlántico, no solo en la llamada canción de autor/a, sino también en el género pop (Martínez Cantón, 2021). Este proceso se ha visto intensificado en la última década, y parte de la responsabilidad recae sobre el poeta, repentista e investigador cubano Alexis Díaz-Pimienta. Su actividad docente tiene importante calado en la comunidad artística que constituye la nueva generación de cantautores hispanohablantes, donde figuran grandes nombres como Jorge Drexler, Javier Ruibal, El Kanka, Juanes o Marwan. Desde la Academia Oralitura, plataforma digital de difusión y docencia de las artes orales, Pimienta ejerce de puente entre géneros (poesía y canción) y continentes (Europa y América Latina). Asimismo, las redes sociales aportan un canal de difusión donde los asistentes a sus talleres comparten su afición por el verso clásico en general y la décima en particular. Existe, por ejemplo, la autodenominada “Cofradía de la palabra”, promovida por el poeta y cantautor colombiano Carlos Palacio, “Pala”, con importante presencia en la red social Facebook (ver aquí).
La influencia de Díaz Pimienta es ya apreciable en la obra de los autores que asisten asiduamente a sus talleres o toman clases particulares con el “maestro Pimienta”, como se le conoce cariñosamente. El cantautor gaditano Fernando Lobo publicó en 2016 un poemario titulado Versos decimales, en el cual comparte décimas escritas a cuatro manos con autores como Joaquín Sabina, Luis Eduardo Aute, Jorge Drexler o María Rozalén, lo que constituye un testimonio de esta afición por la décima por parte de esta comunidad artística. También a Lobo le debemos una lista de reproducción pública en la plataforma Spotify que incluye todas las canciones en décimas de las que él tiene constancia (ver aquí). El también gaditano Javier Ruibal dedica un capítulo completo a la décima en su poemario Coraza de barro (2020), además de haber incrementado notablemente su producción de canciones en décimas desde 2018.
Jorge Drexler, premiado con un Óscar en la categoría mejor canción original por el tema “Al otro lado del río” en la película Diarios de motocicleta (2005), llega a inventar una variante de la décima, la “semiespinela”, para adaptarla a los 140 caracteres que hasta 2017 aceptaba Twitter:
No hay #Espinela que quepa,
Que yo sepa, en esta esquela.
La #Semiespinela ostenta
Su cuenta de caracteres
Que muere en ciento cuarenta.— Jorge Drexler (@drexlerjorge) August 31, 2011
Además, el chileno patenta una aplicación de móvil, N3, que en una de sus funciones permitía generar variadísimas décimas cantadas con la combinación infinita de versos (véase aquí).
La décima sigue, pues, reinventándose varios siglos después de su creación, demostrando una vitalidad negada a otras estrofas clásicas, seguramente gracias a su flexibilidad y capacidad de adaptación. Seguiremos escuchándola en los próximos años.
Clara I. Martínez Cantón y María Esteban Becedas
Fecha de publicación: 20 de febrero de 2024
Última actualización: 20 de febrero de 2024