Eterna sombra

Miguel Hernández

Yo que creí que la luz era mía

precipitado en la sombra me veo.

Ascua solar, sideral alegría

ígnea de espuma, de luz, de deseo.

 

Sangre ligera, redonda, granada:

raudo anhelar sin perfil ni penumbra.

Fuera, la luz en la luz sepultada.

Siento que sólo la sombra me alumbra.

 

Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo.

Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles

dentro del aire que no tiene vuelo,

dentro del árbol de los imposibles.

 

Cárdenos ceños, pasiones de luto.

Dientes sedientos de ser colorados.

Oscuridad del rencor absoluto.

Cuerpos lo mismo que pozos cegados.

 

Falta el espacio. Se ha hundido la risa.

Ya no es posible lanzarse a la altura.

El corazón quiere ser más de prisa

fuerza que ensancha la estrecha negrura.

 

Carne sin norte que va en oleada

hacia la noche siniestra, baldía.

¿Quién es el rayo de sol que la invada?

Busco. No encuentro ni rastro del día.

 

Sólo el fulgor de los puños cerrados,

el resplandor de los dientes que acechan.

Dientes y puños de todos los lados.

Más que las manos, los montes se estrechan.

 

Turbia es la lucha sin sed de mañana.

¡Qué lejanía de opacos latidos!

Soy una cárcel con una ventana

ante una gran soledad de rugidos.

 

Soy una abierta ventana que escucha.

por donde va tenebrosa la vida.

Pero hay un rayo de sol en la lucha

que siempre deja la sombra vencida.

Género

Poesía lírica

Autor

Movimiento: Generación del 36

Poemario

Edición utilizada: Obra poética completa - 2017 - Alianza Editorial
Temas: Amor

Canción relacionada

Comentarios

El poema no fue incluido en ningún poemario y solo empezó a publicarse recientemente en ediciones de obras completas y similar. Es uno de sus últimos poemas, por tanto escrito en la cárcel en torno a 1939 y 1942.